El diseñador de interiores.
¿Quién y por qué?
El diseñador de interiores o interiorista se está convirtiendo, en los últimos años, en una profesión popular entre nosotros. Pero ¿Qué es un diseñador? ¿Cuál es su función? Estoy segura de que pocos sabrían contestar a esta pregunta y muchos menos podrían hablar de sus competencias en profundidad.
Para empezar, lo básico. Según el diccionario: el diseñador es la persona que diseña. Punto.
Desde luego esta definición es escasa y aporta poco o nada a las dudas que se nos plantean sobre la aportación del diseñador a nuestra realidad. ¡Busquemos un poco más! Entre los sinónimos de “diseñar” aparecerán palabras como plantear y proyectar. ¡Esto ya es otra cosa! Personalmente también añadiría “crear”. Y es que el diseño, sea de la disciplina que sea -interiorismo, moda, producto, etc.- es en definitiva un acto pleno de creación. Y en toda creación la acción proviene del verbo “crear”, es decir, conseguir que algo que no existía sea posible; que algo que parecía imposible se vuelva real.
El diseño parte de una necesidad, de un deseo, de un objetivo…que queremos plasmar, transformar en realidad. Cuando hablamos de ese escenario en el que quieres volcar tu esencia y, porque no, tu cariño es el momento de pensar en el diseñador de interiores.
Aclarado lo que significa el diseño y predefinida la figura del diseñador, concretemos, hablemos de cómo afecta esto a la imagen del diseñador de interiores.
Partimos, entonces, del espacio, ¿sí? Pero, ¿qué tipo de espacio? Todos los espacios: el nuevo al que le falta personalidad; el gastado por caído en desuso; el obsoleto que ha perdido su sexapil; el que carece de practicidad, aquel que simplemente queremos mejorar… Todos. El diseñador de interior tiene la misión de analizar esos espacios, de estudiarlos para buscar sus puntos débiles y su potencial. Hará lo necesario con el único fin de transformarlos en la mejor versión de sí mismos.
El diseñador de interiores no atenderá solo el nivel físico, sino que mimará, en especial, ese mundo emocional que tan importante es para nuestra vida. Tu espacio tiene que ser una fuente personal de satisfacción; emanar esas sensaciones que el visitante, sin entender muchas veces cómo, percibirá convirtiéndose en objeto de esa parte de nosotros, que queremos compartir.
Buscar sensaciones, nuevas, diferentes esa es la labor del interiorista. Perseguir, sin descanso ni límite, sensaciones que nos acerquen más a ese mundo ideal con el que soñamos, al mundo tal y como nos gustaría sentirlo. Cuando el espacio resuena con uno, el objetivo se ha alcanzado.
¡Vale, vale! Hay quien podría tachar este planteamiento de místico y abstracto. Ya sabemos, la teoría y sus flores. Pero no es así. Explicado de forma coloquial y desde un plano más material el interiorista es el profesional que combina muebles, materiales, luces y colores. ¿Parece fácil no? ¿Quién no ha odio la típica frase de “para poner un sofá y elegir el color de las paredes… eso también lo hago yo”? Pues siento comunicaros que no es solo eso, es hacer del espacio algo confortable, luminoso, fluido y “lujoso”. Crear un espacio donde podamos comer, trabajar, descansar y disfrutar de las personas importantes para nosotros requiere de técnica. Para armonizar, embellecer y aprovechar hay que ser capaz de despertar sentimientos y emociones que primero hay que conocer, saber identificar.
Que magia el hecho de entrar por la puerta de nuestra casa y sentir que es un rincón del mundo único y especial para nosotros. El centro de innumerables vivencias, extraordinarias y también ordinarias. Pero, sobre todo, la casa se convertirá, de mano de un buen profesional, en la página sobre la que escribir la historia propia. Dejará de ser un espacio solamente físico para adquirir alma propia. Emocionante, ¿verdad?
Entonces, ¿Cuándo deberíamos contratar a un interiorista o en qué momento podríamos necesitar uno? Pues en el momento en el que nuestro espacio necesite un cambio. En el momento en que necesitemos compartir con alguien las dudas y los miedos que ello nos despierta. Una reforma es un proceso largo, en el que habrá momentos buenos, pero también momentos de incertidumbre y ansiedad. ¡Pero que no cunda el pánico! el diseñador de interiores ya está aquí.
El diseñador se encargará de todo, visitará el espacio; escuchará tus necesidades; desarrollará los planos; modificará los bocetos; elegirá los materiales y el mobiliario. En definitiva hará todo lo necesario para conseguir desarrollar una idea que aprovechando los puntos fuertes del espacio y dando solución a las deficiencias cubra tus necesidades y te haga feliz.
“¿Y qué pasa con la obra?” el terror de toda persona que piensa en una reforma. ¡Tranquilidad! El interiorista también se encargará de la obra. Aportará los documentos necesarios para llevarla a cabo. Llamará y elegirá a los gremios. Esta entre sus obligaciones asegurarse de que la obra se desarrolla adecuadamente y desde luego que cumple su objetivo, que es hacer de nuestro espacio algo único y especial.
La reforma de un espacio, sea del tipo que sea, conlleva una gran responsabilidad. Serán necesarias horas de estrujarnos el cerebro, habrá que lidiar con las dudas y la incertidumbre, el teléfono echará humo…Con todo ¡Créeme al final merecerá la pena el esfuerzo!